Por: Gabriela Celleri
"Yo era un hombre libre", empieza Solomon Northup
su relato de cómo fue engañado, drogado y vendido como esclavo a los blancos
del sur que lo mandaron a trabajar a los campos de algodón donde recogían el
fruto de los árboles hasta que les sangraban las manos. Porque, oh, en esa
época cruel de los Estados Unidos, la sangre negra derramada era requisito. Si
no sucedía eso, los blancos podían pensar que le estaban fallando a Dios.
Y, en efecto, así empieza el martirio de Northup que cayó en
manos de dos tipos de amo: el "amo bueno", interpretado por Benedict
Cumberbatch, quien genera cierto respeto hacia Northup por la inteligencia y
habilidades de Solomon lo que le acarrea enemigos. Blancos, por supuesto,
puesto que ellos piensan que los negros son seres inferiores que no pueden
ganarles en absolutamente nada. Sino, pregúntenle a un humillado Hitler cuando
Jesse Owens le probó que no era así (perdón, me escapé del tema).
Sin embargo, un número de circunstancias hacen que Northup
sea transferido a la mansión del esclavista Edwin Epps que, cómo no, en el
nombre del Señor hace y deshace a su cruel, déspota y diabólica manera con,
quienes él cree, son inferiores por mandato divino. Me tomo un momento para
APLAUDIR, no puede ser menos, la actuación genial de Michael Fassbender. Es
impresionante cómo impregna odio y vulnerabilidad a la vez a su personaje, en
especial con respecto al personaje de Lupita Nyong'o, esclava por la que tiene
cierta debilidad. La escena de la violación es la escena donde se puede ver a Fassbender
mezclar estas dos cualidades de su personaje y lo hace con maestría. No puedes
evitar odiar al personaje, pero admirar al actor.
Otra actuación digna de remarcar es la de Lupita Nyong'o a
la que le pongo mi dinero para que se lleve el Óscar este año. Su personaje es
tan desgarradoramente emocional y crudo, y ella lo captura de una manera
impresionante: con resignación, pero inocencia.
Y es que es principalmente eso lo que me fascina de esta
película. Por primera vez, toman con toda la crudeza del caso, la realidad, la
crueldad, la maldad de la que eran capaces de llevar a cabo los blancos sureños
contra los negros y, como dice el personaje de Forest Whitaker en la película
El Mayordomo, los encerraban en sus campos de concentración: los campos de
algodón. Porque aún no han habido juicios de Nuremberg para EEUU por todas sus
crueldades, pero ellos han juzgado y despotricado como si fueran santos cuando
ellos mismos tuvieron sus campos de concentración mucho antes que Hitler y la
película 12 años de esclavitud lo describe perfectamente.
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